Eran la ida de los octavos de final de la Copa del Rey y por tanto al jugar en casa primero teníamos que evitar con todos los medios que nos metiesen un gol. Pero pasó lo de siempre.
En el 21 se adelantaría el Zaragoza con un gol de falta de Oliveira que pasó por debajo de la barrera e hizo inútil la estirada del portero racinguista. Antes el Racing había avisado que no se iba a conformar con el empate en la Romareda, con una internada por banda derecha y balón al palo gracias a López Vallejo.
Hubo momentos en que la superioridad del Zaragoza en juego agobió al Racing, pero de forma ordenada el equipo cántabro consiguió salir vivo. Lo positivo (si se puede encontrar algo), fue el resurgir de Diogo en el lateral derecho y sus internadas, que volvieron loco al rival. Sus centros se parecían más a los del año pasado, precisos y con peligro, y si Diego Milito llega estar un poco más acertado en el remate, podría haber metido al menos un gol.
Con la salida al campo de D´Alessandro a mitad de la segunda el Zaragoza volvió a coger soltura y gracias a él creamos ocasiones magníficas para meter el segundo. Pero como siempre, la suerte en el remate final no nos acompaña. Oliveira se mereció mucho más que un gol, sobre todo después de la ocasión que tuvo más tarde al quedarse sólo frente Coltarti. Podría haberle regateado, levantado el balón, tirado fuerte... pero al final optó por tirarsela rasa a un lado y el portero se echó al suelo para pararla.
En el 73 Álvarez Izquierdo se inventó un penalti de Sergio Fernández a un jugador del Racing, que le costaba la roja directa y nos dejaba con 10. Por supuesto el Racing no perdonó el regalo y Garay hacía el empate. El Racing ya había hecho su partido.
Muchos consideran que los resultados son injustos con el Zaragoza después de los partidos que hace. Pero es que si perdonas tanto, y en cuestión de minutos cometes algún error fatal, este equipo lo paga siempre.
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